miércoles, 14 de diciembre de 2011

Giotto di Bondone

No contamos con excesivos datos fiables sobre la vida de Giotto di Bondone, ni la fecha de su nacimiento, ni cuáles fueron sus maestros, ni siquiera la datación exacta de muchas de sus obras. Lo que sí conocemos, por las crónicas de sus contemporáneos, es la gran revolución que supuso su nueva concepción artística, que se puede considerar como precursora de las innovaciones que cambiarán la marcha de la pintura occidental, desde el humanismo del Renacimiento hasta el siglo XX. Giotto nace hacia 1267 al norte de Florencia, en el valle de Mugello, en la aldea de Vicchio. Cuenta la leyenda que por allí pasó en la década de 1280, el gran maestro italiano Cimabue, que vió pintar a un pastor sobre una tabla a su rebaño. Cimabue decidió llevárselo con él y ejercitarlo en el arte de la pintura. Evidentemente, el pastor era Giotto y lo absolutamente asombroso es que tomara como maestra de la pintura a la Naturaleza, en un momento en el que el arte estaba dominado por la llamada "maniera greca", las líneas ondulantes y estilizadas de las figuras, los fondos de oro y la irrealidad y frialdad lejana de los personajes. Pero Giotto apuntaría, con este escrutamiento de la Naturaleza, una concepción nueva del arte de la pintura. Tras los años de aprendizaje en el taller de Cimabue, Giotto di Bondone llegó con el maestro a la recién construída basílica de San Francisco, en Asís. La orden franciscana era la más poderosa en la época y, con su iglesia, quería rendir un homenaje al santo fundador, que estaba enterrado en el propio templo, en la cripta de la basílica Inferior. Con la decoración al fresco de la basílica Superior, Giotto dió a la pintura el primer ciclo narrativo sobre la historia de un santo. Fue aquí, en Asís, en los últimos años del siglo XIII, cuando el maestro pudo dar muestras de su nueva concepción artística. Giotto figuró unas escenas en la que se consigue determinar un lugar concreto, un espacio verosímil en donde las figuras se insertan de forma natural. Aunque, en cierta medida, su formulación espacial es bastante primitiva, su observación de la Naturaleza le lleva a crear un marco real, ya sea con arquitecturas, ya en un paisaje abierto, en donde transcurren los acontecimientos narrados. Además, Giotto individualiza a los personajes, que toman características y rasgos propios bien definidos: gestos, movimientos, expresión, algo que no ocurría desde la Edad Antigua. Será a partir de este momento, cuando Giotto empieza a ser considerado el gran maestro de su tiempo, rompiendo con el estilo decorativo bizantinizante que dominaba la pintura hasta ese momento.
Giotto era llamado de todas las partes de Italia requerido por los personajes más poderosos, no sólo órdenes eclesiásticas, también mercaderes, banqueros y comercianes. Tanto al fresco como en tabla, Giotto renovó el lenguaje figurativo de toda su época. De los primeros años del Trecento, son algunas de las tablas más interesantes del maestro italiano. Algunos crucifijos y retablos con el motivo tradicional de la Maestà, esto es, la Virgen y el Niño rodeado de ángeles, son buenas muestras de su revolucionario estilo. Giotto rompía con la tradicional iconografía de Cristos y Madonas, hasta el momento con caracteres intemporales, para acercarlos a la realidad y cotidianeidad del hombre de su tiempo. Ambos temas tomaban unas connotaciones de tipo naturalista que fácilmente eran identificadas por el espectador: sus gestos, sus reacciones, sus poses, sus modelados, su corporeidad material..., en una palabra, Giotto dotaba de rasgos humanos y verosímiles a las figuras sagradas, acercando la Divinidad a la cotidianeidad de su tiempo y al espectador moderno. Tanto esta concepción expresiva como la creación de un espacio en profundidad serán los aspectos arquetípicos del arte de Giotto, que desarrollará convenientemente en los sucesivos encargos. Desde los frescos para la capilla Scrovegni de Padua, o la pintura mural de la capilla Peruzzi y Bardi, para la iglesia florentina de la Santa Croce, el maestro italiano da pruebas de la ruptura de su arte con respecto a las formulaciones anteriores, habriéndo las puertas hacia la modernidad del Renacimiento. La fama alcanzada por Giotto le llevó a contar con un gran taller, que le permitía abarcar los numerosos encargos que recibía. Incluso la organización de su obrador y la forma de llevar a cabo el trabajo son de un carácter también moderno. Pero para los historiadores resulta un problema, porque el conjunto de su obra se presenta muy desigual, no sabiendo a ciencia cierta qué obras son de mano de Giotto y cúales pertenecen a sus ayudantes. Esto se manifiesta muy claramente en la decoración de la capilla de la Magdalena en la basílica Inferior de Asís, que se realizó entre 1316 y 1320, en donde lo único que podemos afirmar es que el maestro dió los modelos de las representaciones que, posiblemente, llevaron a cabo sus discípulos. Roma, Florencia, Asís, Padua, Rímini..., incluso el rey francés de Nápoles lo llamó a su corte, en 1328, refiriéndose al maestro italiano como "familiaris", lo que suponía un cambió definitivo en la consideración social del artista, anticipándose de nuevo al Renacimiento. Conquistada su posición social, el último encargo que recibió Giotto, hacia 1334, fue la dirección de los trabajos de la catedral de Florencia y de las obras urbanísticas de la ciudad, cosa que resultaba impensable para la mentalidad medieval del siglo XIV. el maestro era enterrado con honores en 1337. Todo ello da muestras de la labor y las conquistas que consiguiera en vida el maestro italiano, cuya paráfrasis más importante la encontramos en boca de Vasari, padre de la moderna historia del arte, que, en sus Vite de 1555, sitúa en la pintura de Giotto el nacimiento del arte italiano.


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